google-site-verification=OpgLC51KRwgI2WHQ5h7SkeKOQ7_FhOdOvSPLkY9MF4c Nestor Yaya Garzon: Palabras del Jefe Seattle: Un Discurso Sobre El Amor Por La Naturaleza

viernes, 26 de julio de 2024

Palabras del Jefe Seattle: Un Discurso Sobre El Amor Por La Naturaleza

  Un Discurso Sobre El Amor Por La Naturaleza.

Nestor Yaya Garzon.

El discurso del Jefe Seattle, pronunciado en diciembre de 1854, es una poderosa reflexión sobre la relación entre los seres humanos y la naturaleza.

Estas palabras fueron publicadas por primera vez en el periódico Seattle Sunday Star el 29 de octubre de 1887. El Jefe Seattle, miembro de la tribu Saquamish, respondió al gobernador Isaac Ingalls Stevens con un mensaje lleno de respeto por la tierra y una advertencia profética sobre la importancia de conservar los recursos naturales.

El Discurso del Jefe Seattle

Aquel cielo que ha llorado lágrimas de compasión sobre mi pueblo durante siglos incontables y que a nosotros nos parece constante y eterno, acaso cambie.

Hoy está despejado, pero mañana podría nublar. Mis palabras son como las estrellas que nunca cambian. El Gran Jefe de Washington puede confirmar en la palabra de Seattle con tanta certeza como puede confiar en el eterno retorno del sol o las estaciones.

El jefe blanco dice que el Gran Jefe de Washington nos envía saludos de amistad y buena voluntad. Es muy amable de su parte, porque sabemos que él en cambio poco necesita de nuestra amistad. Su pueblo es numeroso, son como la hierba que cubre las vastas praderas. Mi gente es poca, se parece a los árboles dispersos en una llanura azotada por la tormenta.

El buen jefe blanco nos envía el mensaje de que quiere comprar nuestras tierras, pero está dispuesto a dejarnos suficiente para vivir con comodidad. Esto parece bastante justo, incluso generoso, porque el hombre rojo ya no tiene derechos que requieran defenderse.

Es posible también que la propuesta sea acertada porque ya no necesitamos un país extenso. Hubo una época en la que nuestro pueblo cubría la Tierra como las olas del mar encrespado por el viento, pero ese tiempo hace mucho que pasó, junto con la grandeza de tribus que hoy no son más que un recuerdo triste.

No voy a lamentarme por nuestra prematura decadencia ni reprochar a mis hermanos de cara pálida por haberla precipitado.

Es posible que también hayamos tenido algo de culpa. Sin embargo, para nosotros, la ceniza de nuestros antepasados es sagrada y su lugar de reposo es suelo santificado. Ustedes se alejan de las tumbas de sus antepasados al parecer sin remordimientos.

Su religión la escribió en tablas de piedra el dedo de hierro de su Dios para que no pudieran olvidarla.

El hombre rojo nunca pudo comprenderla o recordarla. Nuestra religión son las tradiciones de nuestros antepasados, los sueños de nuestros ancianos que les fueron dados por el Gran Espíritu en las horas solemnes de la noche y las visiones de nuestros caciques. Está escrita en nuestros corazones.

Sus muertos dejan de amarlos a ustedes y a la tierra donde nacieron en cuanto pasan los portales de la tumba y se pierden más allá de las estrellas.

Pronto caen en el olvido y no regresan nunca. Nuestros muertos jamás olvidan este mundo maravilloso que les dio el ser.

Aún aman sus valles verdes, sus ríos arrulladores, sus magníficas montañas, sus cañadas apartadas y sus lagos y bahías bordeados de verde.

Constantemente suspiran con tierno y entrañable afecto por los vivos de corazón solitario y a menudo regresan del feliz terreno de caza para visitarlos, orientarlos, consolarlos y calmar sus penas.

La Relación entre el Hombre Rojo y el Hombre Blanco

El día y la noche no pueden convivir. El hombre rojo ha huido siempre de la cercanía del hombre blanco, como la niebla matinal huye del sol de la mañana. Sin embargo, su propuesta parece justa y creo que mi pueblo la aceptará y se retirará a la reserva que le ofrecen.

Entonces viviremos separados y en paz, porque las palabras del Gran Jefe blanco parecen ser las palabras de la naturaleza hablándole a mi pueblo desde lo profundo de la oscuridad. Poco importa dónde pasemos el resto de nuestros días, no serán muchos.

La noche del indio promete ser oscura, ni una sola estrella se asoma a su horizonte. A lo lejos soplan vientos.

Indispensable la Visita a las Tumbas de los Antepasados

Imponemos una condición: que no se nos niegue el privilegio incondicional de visitar en cualquier momento las tumbas de nuestros antepasados, amigos e hijos. Cada parte de ese suelo es sagrada en la estimación de mi pueblo. Cada ladera, cada valle, cada llanura y cada arboleda fueron consagrados por algún suceso triste o feliz en días ya muy lejanos.

Hasta las rocas que parecen sordas y sin vida, mientras duermen abrazadas por el sol a lo largo de la orilla silenciosa, se estremecen con los recuerdos de emocionantes sucesos relacionados con la vida de mi pueblo.

Hasta el polvo que ahora ustedes pisan reacciona más amorosamente a los pasos de mi gente que a los de ustedes, porque se ha hecho fértil con la sangre de nuestros antepasados, y nuestros pies descalzos reconocen su contacto compasivo.

Aún los niños que vivieron y fueron dichosos aquí durante una corta temporada, amarán estas soledades. Y cuando caiga la tarde, darán la bienvenida a los espíritus misteriosos que regresan.

Cuando haya perecido el último hombre rojo y el recuerdo de mi tribu no sea más que un mito entre los hombres blancos, estas costas estarán atestadas de los muertos invisibles de mi tribu. Cuando los hijos de sus hijos crean estar solos en el campo, la tienda, el taller o en el silencio de los bosques sin veredas, no estarán solos.

No existe en toda la tierra un lugar dedicado a la soledad. En la noche, cuando las calles de sus pueblos y ciudades estén en silencio y crean que están desiertas, bullirán con el retorno de las huestes que en otro tiempo los habitaron y que siguen amando esta tierra maravillosa.

 

El hombre blanco nunca estará solo. Esperamos que sea justo y que trate a mi pueblo con benevolencia, porque los muertos no están indefensos. He dicho. Los muertos no existen, la muerte tan solo es un cambio de mundos.

Conclusión

Este discurso del Jefe Seattle es una poderosa llamada a la reflexión sobre la relación entre los seres humanos y la naturaleza. Sus palabras, llenas de respeto por la tierra y los antepasados, son una advertencia profética sobre la importancia de conservar los recursos naturales y vivir en armonía con nuestro entorno.

En la actualidad, su mensaje sigue siendo relevante y nos insta a reconsiderar nuestras acciones y su impacto en el mundo que nos rodea.

Att: Nestor Yaya Garzon
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