viernes, 8 de mayo de 2015

El Hombre que habla con los Tigres capítulo 6

El Hombre que habla con los Tigres capítulo 6-cuentos historias y anecdotas

😍 El Hombre que habla con los Tigres capítulo 6-cuentos historias y anecdotas
El hombre estaba encerrado en su propia casa y no podía salir por que los tigres lo esperaban para matarlo, debía buscar una solución a su problema.
Y el tigre, hundiendo el diente, comenzó a rugir, primero suave, después más fuerte. Y desde la otra costa del rió los demás tigres le respondieron rugiendo, porque aquella era una señal para que se lanzaran enseguida al rio y vinieran a matar al hombre.

Pero el hombre sin apurarse, se fue a su casa y, después de buscar por todas partes si no le quedaba una miserable bala de revolver siquiera, reforzó las puertas y ventanas y esperó.


No esperó mucho, sin embargo, porque antes de media hora sintió a los tigres que se abalanzaban rugiendo contra las paredes de su casa para deshacerla. Bramaban locos de rabia al ver que no podían entrar. Rondaban, arañaban en los rincones buscando un hueco, se subían al techo.
 Otros tomaban distancia, venían corriendo y, de un salto se estrellaban contra la puerta, que crujía de arriba abajo. Y todo entre un furioso conjunto de rugidos.
 
Así pasaron tres días. Los tigres iban a cazar por turnos, pero siempre quedaban cuarenta o cincuenta tratando de romper la caza. A veces el tigre traicionero se arrimaba a la puerta de la casa y decía, burlándose.
¿Qué tal, señor hombre? ¿Por qué no sale un momentico a ver si tengo sarna? Entonces venían los demás y le gritaban de todo a través de la puerta: ¡Perro sin pelo! ¡Pescador de mojarras! ¡Mata gallinas! ¡Comedor de yuyos! ¡Rana con pantalones!


Pero el hombre distraído, apenas, los oía, porque día y noche estaba pensando en la manera de salvarse. Escaparse era imposible, pues los tigres eran capaces de mantener el sitio hasta que pudieran matarlo. ¿Y cómo poder avisar a los hombres? Los tigres sabían a su vez que un día u otro caería entre sus dientes y la tardanza los enfurecía.
Noche y día volvían a estrellarse contra las paredes de madera para deshacerlas. La casa entera retumbaba con los golpes y los rugidos de los cien tigres, eran tan fuertes que rompían los vidrios de la ventana, pero el hombre pensaba y pensaba. Hasta que un día oyendo una bandada de loros que iban todas las mañanas al naranjo, tuvo una idea luminosa.

Era una idea muy rara pero que podía dar un buen resultado. He aquí lo que hizo: bajo de la percha a su loro que todo el día había estado gritando de hambre, y le enseño a decir: Estoy sitiado por los tigres en el rió de oro.
El loro que se moría de hambre, no quería sino decir ¡Papa para el loro! Pero el hombre solo le daba un casco de naranja cuando repetía: Estoy sitiado… Y el loro repetía: Estoy sitiado… ¡Papa, rica papa para el loro!
No, no corregía el hombre, hay que decir todo: estoy sitiado en el monte… ¡que rica papita del loro!
 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Deja Tu Comentario Aquí Debajo Yo Siempre Los Leo y los Respondo gracias

Seguidores

Entradas populares

Érase una vez, en una tierra muy lejana, un lugar místico conocido como el Bosque Encantado. Este bosque no se parecía a ningún otro, donde cada árbol...
Dos vacas solían ordeñar todos los días y la lechera llevaba el cántaro de leche en la cabeza a una ciudad cercana, después de vender la leche de todo...
En este cuento Álvaro Marín está resaltando cinco valores humanos como son la amistad, la confraternidad, la caridad, la generosidad y la bondad...