Una fábula para niños, sobre la codicia y la sabiduría
nestoryayagarzon
Descubre una fábula original titulada El Mono y el Tesoro Invisible, un cuento con moraleja sobre la codicia, la astucia y la verdadera riqueza de la vida.
Ideal para niños, padres y educadores.
Érase una vez…
En lo más profundo de la selva dorada, vivía un mono llamado Rico, famoso por su habilidad para encontrar frutas dulces y escondites secretos.
No había
árbol que no conociera, ni rama que no pudiera alcanzar. Pero, a pesar de tener
todo lo que un mono podía desear, Rico soñaba con algo más… algo brillante,
pesado y eterno: un verdadero tesoro.
Pero un día, mientras saltaba entre lianas y visitaba sus escondites, escuchó a dos loros hablar sobre un tesoro invisible escondido en el corazón de la selva.
Decían que quien lo
encontrara, sería el animal más sabio y afortunado del bosque. A Rico se emocionó
muchísimo que hasta se le iluminaron los ojos. “¡Eso es lo que yo me merezco!”,
pensó. “¡Un tesoro para un mono como yo que puede ser mejor!”
el mono sabia que en la selva habia un animal muy sabio y que le podia ayudar, sin perdida de tiempo, fue en busca de ese animal más sabio de la selva: la vieja tortuga
Clarisa.
Cuando llego a la morada de la tortuga Clarisa exclamo:
— Clarisa, tú
que sabes de leyendas y misterios, ¿es cierto que existe en la selva un tesoro invisible?
— Es correcto y muy cierto, joven mono
— Respondió Clarisa con voz pausada—.
Pero ese tesoro no es lo que
crees. Ese tesoro no brilla, ni suena, ni se puede guardar en una bolsa.
— ¿Entonces de qué sirve?
— bufó Rico.
— De mucho… si tienes los ojos para verlo.
Rico, impaciente, no quiso escuchar más y se fue dando saltos de rama en rama.
"¡Yo encontraré ese tesoro!", gritó. Y así comenzó su travesía.
Elviaje del mono ambicioso
Durante muchos días,
buscó entre cuevas, árboles centenarios y lagos escondidos. Pero no encontro el dichoso tesoro, encontró piedras
raras, flores exóticas e incluso un nido abandonado con huevos de colores, pero
nada que se pudiera llamar un tesoro invisible.
Agotado y
frustrado, y creyendo que todo había sido una pérdida de tiempo y mucho trabajo
para nada, se topó con un zorro astuto llamado Timo, a quien le conto toda la historia,
pero timo después de escucharlo, desinteresadamente le ofreció ayuda:
— Si compartes
el tesoro conmigo, te mostraré el camino.
— Trato hecho
— dijo Rico, sin dudar.
Timo lo llevó a
una montaña alta, donde el viento silbaba antiguos secretos. Le mostró una
piedra con símbolos extraños y le dijo:
— El tesoro está
bajo esta roca. Solo debes cavar para poderlo encontrar. Pero debes hacerlo cuidadosamente, pues si lo codicias demasiado… ese tesoro podría desaparecer.
Rico cavó y cavó durante muchos días era un trabajo muy lento ya su única herramienta para realizar esa excavación era un pesado trozo de madera. Al cabo de muchos días de intensa labor por fin encontró una pequeña caja de madera. Fue tanta su emoción que su corazón latía como un tambor. Como pudo abrió esa caja lentamente… pero su decepción fue tan grande que incluso le dio mucho coraje, porque dentro de esta solo había un trozo de papel que decía:
“El verdadero
tesoro es invisible a los ojos, pero claro al corazón.”
Rico lanzó el
papel al aire, furioso. “¡Esto es una burla!”
El zorro al ver que rico no encontró el gran tesoro como rico lo había imaginado, riéndose, desapareció entre los árboles. Había engañado a Rico, como a tantos otros antes.
El regreso sin oro, pero con ojos nuevos
Decepcionado,
Rico volvió con la tortuga Clarisa, quien lo esperaba comiendo una suculenta hoja de
lechuga bajo la sombra de un árbol.
— ¿Encontraste
el tesoro invisible? —preguntó.
— No…encontré una caja vacía solo un pedaso de papel escrito con un poco de palabras inútiles.
— ¿Inútiles? — repitió Clarisa—. ¿Y qué aprendiste en tu búsqueda?
Rico hizo una
pausa. Recordó los paisajes que había visto, los animales que había conocido, y
la emoción de cada descubrimiento.
— Aprendí… que
hay cosas que no se compran ni con todo el oro del mundo: la amistad, la aventura, la sabiduría… Y que a
veces perseguimos cosas que no necesitamos que resultan inutiles para la vida.
—Ahora entiendes —dijo Clarisa con una sonrisa — Ese era el tesoro.
Desde ese día, Rico ya no buscó oro ni piedras preciosas. En cambio, ayudaba a otros animales a encontrar respuestas, caminos y sentido a la vida.
Y aunque nunca tuvo un tesoro físico, se volvió el mono más querido y respetado de la selva.
Moraleja
A veces, pasamos la vida buscando tesoros materiales, pensando que la
felicidad está en lo que brilla, pesa o puede contarse. Pero los verdaderos
tesoros no siempre se ven ni se tocan: están en el conocimiento que adquirimos,
en las experiencias que vivimos, y en los lazos sinceros que creamos con los
demás. La codicia ciega, pero la sabiduría abre los ojos del corazón. Cuando dejamos
de buscar afuera lo que ya tenemos dentro, entendemos que la riqueza no está en
poseer, sino en comprender, en compartir y en crecer. Porque lo invisible —como
la gratitud, la amistad o el amor— es lo que verdaderamente transforma nuestra
vida.
Escrito por: Nestor Yaya
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