sábado, 26 de noviembre de 2022

Un niño llamado Simón Fabulas y Cuentos para Niños y Niñas

La infancia difícil del forjador de la Libertad Cuento Histórico.

Érase una vez un niño que nació en la ciudad de Caracas, perteneciente a las grandes familias de la sociedad de esa época colonial y de muy alto abolengo su nombre es “Simón”

Un jueves de vigilia, en la noche del 24 de julio de 1783, nació Simón Bolívar en la mansión familiar de la plaza de San Jacinto, a cinco cuadras de la catedral, en la ciudad de Santiago de León de Caracas, que así se llamaba entonces y que alberga unos 40.000 habitantes.

con característica de ser muy inteligente, imperactivo, curioso, travieso, como todo niño de cuna rica poseía una gran pajarera, donde coleccionaba pájaros de todas las razas y diversidad de colores, esto representaba para él una gran diversión.

Una tarde se sentó al frente de su patio de Granados y se puso a observar que tenía diversidad de pájaros pero encerrados y no disfrutaban de su Libertad, le preguntó a su nana ¿por qué? todos esos pájaros están presos; ella le respondió: pertenecen a tu colección de pájaros deben permanecer encerrados son las ordenes de tu tío, el presbitero Juan Félix Jerez de Aristeguieta y Bolívar.« Un niño llamado Simón» Este niño tenía la misión de dar la libertad a todos los hombres de la América ¡Simón Bolívar el Grande!
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Su madre, doña María de la Concepción Palacios y Blanco (1758-1792), era descendiente de Francisco Infante, uno de los que acompañaron a Diego Losada en la fundación de Caracas, una "agraciada mujer, educada y muy sociable", a la vez que diligente y hábil en el manejo de los bienes familiares.

Su padre, don Juan Vicente de Bolívar y Ponte (1726-1786) era Procurador General de Caracas, Administrador de la Real Hacienda; Corregidor de La Victoria y San Mateo y, ese mismo año, jefe con el grado de coronel del Batallón de los valles de Aragua de las milicias regladas y comandante de la Compañía de volantes del río Yaracuy, lo que ejercía a través de un oficial nombrado por él; era, además, regidor del Cabildo, cargo que los Bolívar desempeñaban a perpetuidad.

El niño Simón se disgustó al ver todos esos pájaros  presos como si hubieran cometido un delito y respondió nana, le daré su libertad, abriré sus rejas para que vuelvan a los cielos, deben ser libres, libres, libres, como todos los hombres de América.

Con dispensa del obispo, el niño Bolívar fue bautizado en su casa natal por su tío el padre Jerez, con los nombres de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad (a los nombres de antepasados se sumó el de la Trinidad, la advocación de su capilla en la catedral). Fue su nodriza de leche doña Inés Mancebo, esposa de Fernando de Miyares.

« Un niño llamado Simón»

La madre y el padre de Simón

Los dos pertenecían al estamento noble de Venezuela, con tradiciones de riqueza, bienestar y preeminencia social. El primer Simón Bolívar, llegado a Caracas en 1598 (a Santo Domingo hacia 1557) también fue Procurador General y primer Regidor Perpetuo de Caracas, y más tarde Contador General de la Real Hacienda.

Su hijo, Simón Bolívar, el Mozo, cuarto abuelo paterno del Libertador, obtuvo en 1593 la encomienda de los indios Quiriquire en el valle de San Mateo, ingenio azucarero y hacienda favorita de los Bolívar hasta los día del Libertador.

La Familia De Simón Le Sobraba La Riqueza

La familia Palacios, por su parte, ostentaba el título consuetudinario de Alférez (abanderado) Real, confirmado una vez más en 1792 a don Feliciano Palacios y Sojo, abuelo del Libertador. Ellos eran dueños de las minas de cobre de Cocorote, del señorío de Aroa, de la hacienda de añil en el valle de Suata, de los hatos de ganado del Totumo y Limón en los Llanos y de la propia casona donde nació Simón Bolívar.

Al enviudar, la madre adquiere todavía más: una hacienda de cacao en Tacarigua, otra en Guacarapa y una finca en Chacao, donde inicia una plantación de café. A todo esto se suma la Cuadra Bolívar, donde doña Concepción Palacios construye una quinta de recreo, frecuente sitio de reunión de la mejor sociedad caraqueña.

A la copiosa fortuna familiar vino a añadirse la herencia que directamente y para su disfrute personal vino a recibir Simón cuando sólo contaba con dieciocho meses de vida, de parte su tío el presbitero Juan Félix Jerez de Aristeguieta y Bolívar: su casa de la capital, situada en la esquina de las Gradillas, entre la catedral y el palacio del obispo, y las haciendas de San José en el valle del Tuy, de La Concepción en el valle de Taguaza, y la de Santo Domingo de Guzmán en el valle de Macayra, en total, 95 mil árboles de cacao y los respectivos y numerosos esclavos.

« Un niño llamado Simón»

Este vínculo obligaba al heredero a bautizar a su primogénito con los nombres y apellidos de Juan Félix Bolívar y Aristeguieta, sin contemplación del apellido materno, y a casarse "con persona noble e igual, a gusto de mis parientes y especialemente de sus padres y mayores". Cuando el joven Bolívar regresó a Caracas recién casado con María Teresa Rodríguez del Toro, sobrina del marqués del Toro, en 1802, la pareja se alojó precisamente en la "casa del vínculo", antes de seguir hacia la hacienda de San Mateo.

Pertenecía el futuro Libertador a lo más granado de los mantuanos puros de Caracas, esto es, "a las familias cuyas mujeres tenían derecho a ir a la iglesia con el manto característico del rango más alto de la sociedad". Los Bolívar tenían capilla propia en la catedral, la de la Santísima Trinidad, que vino a ser mausoleo de la familia.

Además, su abuelo don Juan de Bolívar Villegas, teniente general de los ejércitos españoles y fundador de la villa de San Luis de Cura, había pagado al monasterio de Montserrat, de Madrid, la suma de veintidós mil ducados para adquirir un título de Castilla, que el rey había concedido a los monjes benedictinos para atender al mantenimiento de su convento.

Este título sería el de marqués de San Luis, con el vizcondado previo (o sea, para uso del primogénito en vida del padre) de Corocote. Andado el tiempo, en 1792, el tío Esteban Palacios, padrino de confirmación de Bolívar, viaja a Madrid con el encargo de gestionar la confirmación de ese título para Juan Vicente Bolívar, hermano mayor del Libertador, y para el pequeño Simón, el de conde de Casa Palacios; sin embargo, las gestiones se dilataron durante años y los despachos correspondientes nunca se recibieron.

Con dispensa del obispo, el niño Bolívar fue bautizado en su casa natal por su tío el padre Jerez, Fue su nodriza de leche doña Inés Mancebo, esposa de Fernando de Miyares, más tarde gobernador de Maracaibo y gobernador general de Venezuela, una dama cubana, vecina e íntima amiga de doña Concepción; en 1813 Bolívar recomendará al gobernador de Barinas: "Cuanto Ud. haga en favor de esta señora corresponde a la gratitud que un corazón como el mío sabe guardar a la que me alimentó como madre.

Un niño llamado Simón

Fue ella la que en mis primeros meses me arrullo en su seno. ¿Qué más recomendación que esa para el que sabe amar y agradecer como yo?" No obstante, su ama de cría fue la esclava negra Hipólita, de la hacienda de San Mateo; Bolívar, en carta a su hermana María Antonia, dice lo siguiente en 1825 : "Te mando una carta de mi madre Hipólita para que le des todo lo que ella quiere; para que hagas por ella como si fuera tu madre: su leche ha alimentado mi vida, y no he conocido otro padre que ella". 

Al lado de Hipólita estaba también la negra Matea, aya o niñera del Libertador, apenas diez años mayor que él, para atenderle y compartir sus juegos; vivió largos años en San Mateo, donde presenció el ataque de José Tomás Boves a la hacienda y el sacrificio de Antonio Ricaurte en 1814, y entró del brazo del presidente Antonio Guzmán Blanco cuando los restos del Libertador fueron trasladados al Panteón Nacional de Caracas en 1876.

Pero todas las esperanzas que la buena fortuna le habían deparado a Bolívar se truncaron cuando la muerte comenzó a ensañarse en los suyos, empezando por su padre. Don Juan Vicente, que se había casado tardíamente a los 46 años con una joven de 14, falleció el 19 de enero de 1786, a los 60 años. La viuda tenía 27 años, Simón tres, su hermana María Antonia nueve, Juana siete y Juan Vicente cinco. Los dos primeros tenían el pelo oscuro y la tez pálida, los otros dos eran rubios y sonrosados.

Miguel José Sanz, relator de la Real Audiencia, fue nombrado curador ad litem (es decir, por un proceso) del pequeño huérfano, tarea que cumplió por corto tiempo: aparentemente el díscolo Simón no encontró sosiego a su lado y pronto regresó al lado de su mamá. Pero doña Concepción murió también seis años más tarde, el 6 de julio de 1792, quedando sus hijos encomendados a la tutela de su abuelo don Feliciano Palacios y Sojo, padrino de bautismo de Simón.

Ese mismo año don Feliciano se apresuró a casar a las dos hermanas Bolívar, a María Antonia de quince años con Pablo Clemente Francia en octubre, y a Juana, que no había cumplido los catorce, con su tío Dionisio Palacios y Blanco en diciembre. Apenas si tuvo tiempo de atender a sus dos nietos, pues murió el 5 de diciembre del siguiente año. Sin embargo, había consultado a Simoncito a cuál de los tíos elegía como tutor, y éste había preferido a Esteban, su padrino de confirmación.

« Un niño llamado Simón»


La infancia difícil del forjador de la Libertad

A sí mismo se llamó el Hombre de las Dificultades. No tuvo una infancia feliz ni una educación sistemática.

Pero Esteban se encontraba en Madrid, así que la tutoría recayó en su tío Carlos, egoísta y severo, con quien las relaciones no fueron nunca fáciles: atendía ante todo al manejo y provecho de la fortuna de los menores, aunque no descuidaba su educación.

En la biblioteca paterna, Simón encontró las Comedias de Calderón de la Barca y las Vidas paralelas de Plutarco, uno de los autores que llegaría a reconocer entre sus preferidos; en sus páginas leería las biografías de los hombres ilustres y de los héroes militares de la antigüedad griega y latina, comparados. También tuvo a mano los trece volúmenes de las Ordenanzas militares, el Teatro critico universal del padre Feijoo, los sermones de Bossuet y los quince tomos del Espectáculo de la Naturaleza del abate Pluche.

El tío Carlos atendió a que Simón aprendiese las nociones fundamentales de escritura, lectura, aritmética e historia, proporcionándole preceptores excepcionales.

Andrés Bello, apenas dos años mayor que el Libertador, le enseñó primeras letras, aunque no logró adelantos en ortografía. Bolívar escribiría más tarde: "Yo conozco la superioridad de ese caraqueño, contemporáneo mío; fue mi maestro, cuando teníamos la misma edad, y yo le amaba con respeto".

Con el capuchino Francisco de Andújar cursó matemáticas, física y topografía. Guillermo Pelgrón, docente destacado de la Escuela Pública de Caracas, le enseñó latimidad. Pero Simón Rodríguez, el revolucionario preceptor que practicaba apasionadamente las ideas pedagógicas del Emilio de Rousseau, sería a la postre el profesor que marcó la mayor influencia en el pequeño Simón, influencia que sería decisiva durante el segundo viaje de Bolívar a Europa en 1804, y fue él ante quien pronunció su juramento de libertad en el Monte Sacro de Roma, el 15 de agosto (ferragosto) del año siguiente.

« Un niño llamado Simón»

"Yo he seguido el sendero que usted me señaló --le escribiría en 1824--. Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso".

Fue en la casa de Simón Rodríguez donde el tío Carlos confió a su pupilo como pensionista cuando éste se fugó de su lado por segunda vez y buscó refugio ante el obispo Viana.

Las enseñanzas de Rodríguez se dirigían más a la formación del carácter y a la fortaleza del cuerpo en medio de la naturaleza, que a acumular conocimientos en el aula de clase. Pero es seguro que a través de su maestro favorito Bolívar se impregnó de ideas revolucionarias y reformadoras. También encontró en él a un amigo a quien confiarle su soledad y las dificultades de su vida familiar.

Por lo demás, el niño Simón siguió los pasos que la tradición hacía esperar para un infante la aristocracia venezolana. A los trece años y medio de edad inicia su formación militar y el 14 de enero de 1797 es nombrado cadete en el Batallón de voluntarios blancos de los valles de Aragua, que había comandado su padre.

« Un niño llamado Simón»

En su hoja de servicios de fin de año se califica lo siguiente: "Valor, se supone. Aplicación, la demuestra. Capacidad, buena. Conducta, idem. Estado, soltero". Bolívar es ascendido al grado de subteniente y, como tal, tiene derecho a lucir su elegante uniforme azul con sus leones y castillos (que en España costaba veinticuatro reales) y su espada.

Este grado, obtenido el 26 de noviembre de 1798, llega con la plena adolescencia de sus quince años como un certificado de libertad. No han transcurrido seis semanas completas cuando el joven Simón se embarca en el navío de guerra San Ildefonso, que zarpa hacia la metrópoli con escala en Veracruz, haciendo realidad el mimado sueño de viajar a España.

A fines de junio, el tío Esteban escribe al tío Carlos: "Llegó Simoncito tan guapo después de haber estado en México y La Habana que aunque no tiene instrucción alguna tiene disposición para adquirirla; gastó en su viaje no poco, llegó derrotado y ha sido preciso equiparlo nuevamente".

Un año después informan al tutor: "Este niño lo tiene Esteban muy aplicado y él sigue con gusto y exactitud el estudio de la lengua castellana, el escribir en que está muy ventajoso, el baile, la historia en buenos libros, y se le tiene preparado el idioma francés y las matemáticas". En Madrid, el Libertador de seis naciones se aficiona a la lectura y quema las mejores tardes de su adolescencia en las hojas de los libros. Ser héroe es su futuro.

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