lunes, 23 de febrero de 2015

Primera Guerra Mundial 1914- Cuentos Historias y Anécdotas

Primera Guerra Mundial  1914- Cuentos Historias y Anécdotas

En este artículo encuentran los temas clave sobre lo que causo que Europa se lanzara a la guerra y combate  haciendo un pequeño recorrido por la historia del mundo  sobre las causas que llevaron a ese derrame inútil de sangre y la pérdida de vidas importantísimas para el desarrollo en muchos campos, ya que todos los soldados que iban a esa guerra eran las mentes mas brillantes.

El causante del estallido de la primera Guerra mundial no puede decirse que fue una sola persona ya que existían muchos factores que la podría causar.


Tras largos siglos, milenios, de un crecimiento regular y predecible del número de habitantes en la tierra, las décadas finales del siglo XIX significaron un verdadero desquiciamiento de esa línea monótona que trazaba el desempeño demográfico de la humanidad en toda su historia.

Como si en el dibujo  del contorno de un valle se levantara la falda de una cordillera. Entre 1880 y 1914, la población de Europa pasó de 300 millones de persona a 450 millones: el 50% en menos de 40 años.

¿Por qué empezó la guerra? Los expertos y los datos dicen que allí no se puede pensar en un solo culpable. Que todos lo fueron: Inglaterra y Francia, con su alianza cordial, Alemania, con sus delirios coloniales; el imperio Austrohúngaro, con su torpeza geopolítica, sobre todo en los Balcanes; Serbia y su Irredentismo (Anexión de territorios que se considera propio) Paneslavismo, apoyado por Rusia, que jugaba a varias bandas.

Y el imperio Otomano disolviéndose por fin, para su propia desgracia y la dicha de los que fueron a repartirse sus despojos. Sin embargo aunque no lo dijeran las maquinas del profesor North, y aunque en términos históricos no sea muy riguroso interpretarlo así, si podemos decir también quien empezó La Primera Guerra Mundial. Quien y cuando. Podemos rastrear sus pasos por Sarajevo, esa mañana del 28 de junio de 1914, convencida de que muy pronto iba a ser un héroe y un mártir de la libertad de su país.
Él y sus otros seis compañeros, todos temblando ante la procesión, con bombas en la gabardina y un revolver en el bolsillo. Y el veneno, y el sudor, y el miedo.

Desde principios del siglo XIX claro podía decirse que desde siempre, o desde el siglo XIV, pero por algo hay que empezar, no acaba uno nunca fue profundizándose en los Balcanes el sentimiento nacional de independencia de los distintos pueblos que allí habían vivido bajo la dominación turca.

Unos practicaban la ortodoxia eslava, otros la griega; unos eran musulmanes, otros católicos. La lengua, y la cultura, allí, no siempre coincidieron con las fronteras que habían trazado los imperios según sus intereses y caprichos.

Pero La Primera Guerra Mundial también fue eso: el quiebre de la lógica territorial de los viejos imperios frente al deseo de las naciones que querían su propio Estado. 

Y la Europa del este era el ejemplo perfecto de ello. En 1878, el imperio Austrohúngaro se anexiono Bosnia y Herzegovina suscitando la furia impotente se Serbia que se sentía el “Piamonte” como en Italia del Paneslavismo del sur, y que reclamaba el derecho de ser la cabeza de un solo país en el que estuvieran todos los serbios, todos. 

Miles de jóvenes, tanto en serbia como en Bosnia, decían con la convicción de que el culto a la patria era el único consuelo frente a una vida de miserias y privaciones, en la que además siempre había un imperio al que culpar: el turco primero, el austriaco después.

Por eso la rebeldía y la violencia eran allí una forma legítima a veces la única, de la política: porque en ellas residía la última esperanza de libertad del  pueblo. O eso decían los agitadores, muchos de ellos enquistados en lo más alto del poder y el gobierno.



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