google-site-verification=OpgLC51KRwgI2WHQ5h7SkeKOQ7_FhOdOvSPLkY9MF4c Nestor Yaya Garzon: OVNI GRAN ALBORADA HUMANA Tomó 1 - Capítulo 2

jueves, 8 de julio de 2021

OVNI GRAN ALBORADA HUMANA Tomó 1 - Capítulo 2

 OVNI GRAN ALBORADA HUMANA

OVNIS. Enrique de Jesús Castillo Rincón  CAPITULO II

Néstor Yaya Garzón


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El comportamiento humano desde los inicios de su historia se ha tratado de estudiar y comprender, esto para tratar de aprovechar sus características en el desarrollo de actividades o mejorarlo para permitirle al mismo vivir de una mejor manera, ya sea observando sus fortalezas, mejorando esos aspectos y tratar de disminuir las debilidades aumentando la atención en los puntos en los que generalmente el ser humano suele fallar.

Mediante minuciosas pesquisas y la identificación de posibles afirmaciones respaldadas, es posible reconstruir la secuencia de los grandes eventos que arrojan luz sobre aspectos del pasado…” – Roberto Charroux, extraído de “Los dueños del Mundo”, 

Viene del Capítulo 1

Al día siguiente, al concluir mis responsabilidades diarias, decidí, sin dudarlo, dirigirme a la librería "Universal" en San José, con el propósito de adquirir un libro que disipara mis incertidumbres sobre el avistamiento en el Irazú. 

El vendedor, algo perplejo y sin poder ofrecerme recomendaciones, extrajo de un estante polvoriento un libro titulado "El caso de los Ovnis" de Morris K. Jessups, que parecía ajustarse a los requisitos de mi creciente interés. Este libro marcó mi primera inmersión informativa en el fascinante mundo de los platillos voladores. 

A través de este y otros textos, confirmé que mi experiencia distaba de ser única, pero también me permitió comprender la división de opiniones entre los científicos sobre la autenticidad del fenómeno.

Aquí esta el vídeo si lo prefieres

 

OVNI GRAN ALBORADA HUMANA

Para algunos, simplemente era la confusión habitual de fenómenos naturalmente explicados o de artefactos vinculados a la incipiente carrera espacial de las potencias. Para otros, representaba el triunfo de la magia sobre las falibles teorías de una ciencia vacilante e imperfecta. 

En realidad, ninguna explicación logró satisfacer completamente mis interrogantes, pero me vi obligado a conformarme con ellas dada la escasez de información en nuestro entorno costarricense limitado. 

Mis primeras indagaciones empíricas se llevaron a cabo como un pasatiempo, ya que carecía de los recursos necesarios para abordarlas con mayor seriedad. Este hobby incluía la creación de álbumes meticulosamente elaborados, repletos de noticias, recortes y fotografías extraídas de periódicos y revistas, algunas proporcionadas por el propio vendedor de la librería.


A raíz de mi inesperado vínculo con los "platillos voladores", no pude resistir el impulso ya descontrolado de compartir mi experiencia. A pesar de haber prometido mantener en secreto la identidad de mis compañeros de aventura, consulté con ellos y, en un gesto de consideración, accedieron a que compartiera la historia, siempre y cuando omitiera sus nombres.


Considero que fue un intento ingenuo pero valiente, impulsado por mi sincera voluntad. Con pleno conocimiento de las posibles repercusiones para aquellos que desafiaban de alguna manera las normas preestablecidas de una sociedad rígida, vigilante de sus valores y celosa de sus tradiciones, decidí relatar en detalle el avistamiento.

Fue Un Gran Error Religioso.

Cometer el error de entrelazar los senderos de la religión y la ciencia sin más compañía que la inocencia en los ojos fue monumental. Los mecanismos terribles destinados a defender los principios tejidos en las profundidades de las mentes de los oyentes comenzaron a operar casi automáticamente, canalizando sus energías contra algo que, a mi parecer, pertenecía al ámbito de las experiencias impredecibles de la vida cotidiana.


Si compartí los eventos del Irazú, lo hice con la intención de informar y no con el propósito de proporcionar explicaciones. Desafortunadamente, el público nunca se detuvo a considerar mis intenciones y, como vulgar hereje, la mayoría levantó sus voces para silenciarme.


Una ola de risas y expresiones maliciosas hirió lo más profundo de mis sentimientos, obligándome a retirarme sin la oportunidad de una defensa justa. 

Ese fue el precio de mi osadía. Aunque algunas mentes se abstuvieron de expresar en voz alta sus opiniones, llegaron a mis oídos comentarios discretos de aceptación relativa.

No estuve completamente solo en mi infortunio, pero la experiencia me enseñó a actuar con prudencia en mis siguientes incursiones en el mundo de lo desconcertante. La actitud persistente de mis compañeros de trabajo, empeñados en demostrar la ridiculez de mis historias, comenzó a socavar mi ya escasa voluntad investigativa. Todo hubiera perecido definitivamente si no fuera por algo que ocurrió dos meses después del avistamiento en el Irazú.

 

 OVNI GRAN ALBORADA HUMANA Un Misterio Paranormal

Una noche, al regresar a mi casa en San Juan de Tibas, a pocos metros de la escuela "Miguel Obregón" donde cursé mis estudios primarios, bastante agotado, me sumí en un profundo sueño. A la una de la madrugada, un sonido violento resonó en mi cabeza. Desperté sobresaltado y, con un miedo indescriptible, reuní valor para investigar su origen.


Era como un enjambre de abejas luchando encarnizadamente dentro de mi cerebro. A pesar de mis intentos de disminuir sus efectos cubriéndome los oídos con las manos, la intensidad no disminuyó ni un instante.


Al ordenar mis pensamientos, recordé que solo una vez antes había escuchado ese ensordecedor zumbido: cuando estábamos en el Irazú, frente a los objetos voladores. Recorrí la casa con la mirada.


Mi esposa dormía y no se percató del asunto. Rápidamente, me puse de pie y, temiendo alguna desgracia, tomé un viejo palo de escoba. En las habitaciones, mis hijos descansaban plácidamente, ajenos a lo que estaba ocurriendo. Visiblemente afectado por terribles presentimientos, sin saber qué hacer, regresé a mi alcoba y, al intentar abrir la ventana, los zumbidos cesaron por completo.


Un sudor frío resbaló por mi espalda, acompañado de leves temblores en todo el cuerpo. Finalmente, la calma había vuelto. Por la mañana, al tomar café con mi esposa, intenté preguntarle discretamente sobre lo sucedido la noche anterior.

 

No me atreví a hacerlo directamente. Sin embargo, ella al instante dedujo hacia dónde me dirigía y cortó la charla con cierta violencia. -Los ovnis te tienen obsesionado, dijo. ¿Qué podía responderle? Ni yo conocía la respuesta.


En ese momento, deseé que ella comprendiera la secuencia inexplicable de eventos provocados por ese algo desconocido e impenetrable para mi limitada inteligencia. Claro está que, fuera lo que fuera ese algo, continuó manifestándose abiertamente, aportando dosis calculadas de enigmáticos acertijos destinados a confundirme aún más.


En la madrugada del siguiente día, ya olvidados en parte los temores, un fuerte remesón interrumpió mis sueños. Beatriz, visiblemente perturbada, trató de llamar mi atención hacia un extraño ruido que sacudía la casa sin contemplaciones. Al despertar, su pánico contribuyó a formar un terrible nudo en mi garganta. La sorpresa me dejó frío.


Como en la noche anterior, tomé una escoba vieja y, aunque estábamos en interiores debido al calor de esos días, me aventuré a intentar descubrir la fuente que hacía estremecer la casa.


Los niños dormían y solamente tres seres estábamos conscientes en ese momento: mi esposa, al borde de una crisis nerviosa incontrolable, me seguía de cerca sin apartarse un segundo; el gato, con su hermoso pelambre esponjada, maullaba apoyándose en mis piernas, y a cada instante dirigía su mirada hacia los ojos, en un intento por comunicar el miedo reinante; el tercero era yo, impotente ante esa situación, también a un paso de la histeria.


Llegué al cuarto de baño. Todo vibraba. Los vidrios se sacudían sin misericordia, parecían querer salir de sus marcos para caer al vacío y romperse en mil pedazos. Las paredes bailaban al compás de la música.


Estábamos poseídos por ese caos. Nuestros oídos dolían hasta la desesperación. Corrí a la puerta muerto de miedo, y al abrirla, los ruidos desaparecieron. Todo quedó en calma. Habían pasado uno o dos minutos, a lo sumo. Cuando los eventos son extremadamente impactantes, es posible recurrir a las comparaciones.


Así pude apreciar que ese horrendo zumbido había sido más agudo y más fuerte que el anterior. Salí al jardín para mirar el hermoso cielo estrellado. Busqué en los rincones del oscuro horizonte en un esfuerzo por distinguir algo, pero no había nada.


Un viento suave y silencioso golpeó mi rostro. Terriblemente avergonzado, observé mi cuerpo, mis manos, la escoba. Hasta dónde habían llegado las cosas. En ropa interior, el miedo me había impulsado a perseguir la causa de los ruidos y las vibraciones.

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