EL LEÑADOR QUE PERDIÓ SU HACHA| CUENTO CON VALORES.
Cuenta la historia, que en un lugar muy lejos de aquí, había un leñador que era muy pobre, tanto, que sólo tenía una desgastada hacha con la que trabajaba cortando leña para luego venderla en el pueblo, era muy poco lo que le pagaban por la leña, que a duras penas conseguía lo suficiente para llevar comida a su familia que vivía en una pobre aldea.
Así transcurrían los días de aquel pobre
leñador, yendo al bosque, cortando árboles, convirtiéndola en leña y luego llevándola al pueblo a venderla.
Un día en la orilla de un caudaloso río,
el leñador divisó un árbol frondoso con
algunas de sus ramas secas. Se dijo para sí mismo, aquel árbol me proporcionará
abundante leña, la que venderé y a cambio conseguiré mucha comida para mi pobre
familia, y sin pensarlo más, comenzó a
cortarla con su vieja hacha, pero mientras trabajaba a la orilla del río, la
hoja del hacha se le salió del mango y cayó al agua.
Lleno de pesar, el leñador se sentó a la
orilla de aquel río, se lamentaba, Dios mío!
que será de mi pobre familia, si ya no tengo la única herramienta con la que me
gano la vida, mi familia morirá de hambre y se puso a llorar.
La ninfa de las aguas, que había oído
los lamentos de aquel leñador, se apiadó de él y se le apareció.
Que te sucede buen hombre porque tus
lamentos y tu llanto?. Aquel leñador le
narro lo acontecido y su triste destino.
Cuando supo el motivo de su pena, la
ninfa bajó al fondo del río y, sacando un hacha de oro se la mostró y le
preguntó:
– ¿Es ésta tu hacha?
El humilde leñador respondió –¡No. Esa no es mi hacha!
La ninfa bajó de nuevo al fondo del río
y sacó un hacha de plata se la enseñó y pregunto.
– ¿Será quizás ésta tu hacha? – dijo.
El hombre respondió: – ¡No, tampoco es
ésa mi hacha.
La ninfa de las aguas bajó por tercera
vez al fondo del río y esta vez sí trajo su hacha.
Al
verla el leñador exclamó lleno de alegría:
– ¡Ésa sí que es mi hacha!
– La
ninfa le dijo:
– «Tómala, nada me debes por la ayuda
que te he prestado. Al contrario, puesto que me has demostrado no ser codicioso
y mentiroso, mereces un premio. Puedes quedarte también con el hacha de oro y
con la de plata».
En seguida se fue aquel buen hombre a
enseñar el regalo y contar lo sucedido a sus compañeros de la aldea.
A uno de los compañeros se le ocurrió
repetir la aventura, para ver si tenía la misma suerte.
Se acercó al río, dejó caer el hacha y
se puso a llorar.
La ninfa de las aguas le presentó un
hacha de oro y le preguntó:
– ¿Es ésta tu hacha?
– ¡Sí, sí; ésa es mi hacha!
Pero cuando el leñador alargó su brazo
para cogerla, la ninfa desapareció con el hacha de oro. Por su mala intención,
no obtuvo ningún premio y además perdió su hacha para siempre.
“Esta fábula nos enseña que la virtud
siempre tiene su recompensa”
– Colorín colorado…
– …este cuento se ha acabado.
Cuento adaptado por:
Nestor Yaya Garzon
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