martes, 5 de marzo de 2024

147 KALIMAN EL HOMBRE INCREIBLE y los piratas del espacio CAPITULO 147


Kalimán, Los Piratas del Espacio - Capítulo 147

Después de encontrar a Kásmar en los calabozos, el hombre increíble le ofrece su respaldo si le ayuda a derrotar a la organización criminal. A su vez, en la superficie, ocurren varias explosiones mientras Jazil reorganiza la búsqueda del héroe.

Maldito, maldito jazil. En los oscuros calabozos, un hombre sufre su condena.

Es Kásmar, el astuto criminal que fuera brazo derecho de Jazil y que fue condenado al calabozo después de fracasar en varios intentos de matar a Kalimán. El criminal permanece agotado, sufriendo el hambre y la sed.

De pronto, escucha unos pasos que se acercan y, mirando a través de los barrotes de la reja, puede ver que es un hombre quien llega hacia él.

 

"¿Quién es? ¡Responda! ¿Quién es?" - pregunta Kásmar, intentando identificar al visitante.

 

"¿Se acuerda que prometí de venir a verlo al calabozo?" - responde el hombre de estambul.

 

"¿Se acuerda de mí? Creo que sí", celebra Kásmar. "Así será más fácil entendernos".

 

Trata de mirar con más claridad hacia el hombre que permanece en el pasillo a corta distancia de la reja. La oscuridad es casi total y hace esfuerzos por identificarlo.

 

"Oh, sí, sí, ya recuerdo esa voz. ¿Es usted... el Hombre de Estambul?"

 

"Recuerda que engañó a Kásmar y a todos para llegar a la isla haciéndose pasar por un agente de la organización", burla el hombre de Estambul.

 

Kásmar ni siquiera puede imaginarse que en realidad se trata de Kalimán.

 

"¿A qué ha venido? ¿Qué quiere de mí?", pregunta Kásmar.

 

"En realidad no quiero nada de usted, Kásmar. Es usted quien necesita de mí", responde el hombre increíble.

 

"¿Recuerda que te dije que Jazil no tendría compasión de usted y que lo condenaría a muerte? Ahora lo sabe", continúa el hombre increíble.

 

"Sí, ese maldito de Jazil ordenó encerrarme en este calabozo, olvidando que fui uno de los mejores de la organización. Es mal negocio confiar en un criminal", lamenta Kásmar.

 

"Usted no saldrá vivo de aquí a menos que yo lo ayude. Soy el único que puede sacarlo de aquí, pero para ello tiene que someterse a mis órdenes", advierte el hombre de Estambul.

 

Kásmar trata de ver el rostro del hombre que está al otro lado de la reja, intentando identificarlo como el hombre de Estambul. Pero qué lejos está de imaginarse siquiera que es Kalimán. Este ríe burlón y se acerca más a la reja, afirmando una rodilla en el piso húmedo y frío del pasillo cercano al calabozo.

 

"Puedo ayudarlo a salvarse, de lo contrario esta celda será su tumba", ofrece Kalimán.

 

Pero qué es lo que lo impulsa a traicionar a Jazil, ¿traición? olvida nuestra charla", le recuerda Kalimán. "Usted mismo tuvo la idea de luchar contra Jazil para derrocarlo de la jerarquía de la organización, ¿lo recuerda?"

 

"Sí, sí, pero no es tarea fácil", admite Kásmar.

 

"Sin duda que ha estado escuchando las sirenas de alarma del Refugio. ¿Qué sucedió allá afuera?", pregunta Kalimán.

 

"Hubo una explosión e incendio en una de las bodegas del Refugio. Jazil y sus guardias están buscando al responsable", responde Kásmar.

 

"No lo encontrará. ¿Verdad? ¿Fue usted quien provocó esa explosión?", indaga Kalimán.

 

"Exactamente. Planeo destruir el refugio y luego capturar a Jazil. Sus días de libertad están contados", revela Kásmar.

 

"Le propongo que se una a mí para acabar con el imperio de terror y muerte que Jazil ha establecido. Por supuesto, está en su pleno derecho de rechazar o aceptar mi propuesta", ofrece Kalimán.

 

"Destruir a Jazil, sí, y no solo eso, sino arrasar para siempre a la organización del Triángulo Verde, entregar a todos los responsables a las autoridades de los países donde han cometido fechorías, exterminar a todos los terroristas, devolver el cuantioso botín que Jil ha reunido...", enumera Kásmar.

 

"Y tal vez logre obtener una condena menos dura si coopera conmigo en la lucha contra Jazil", sugiere Kalimán.

 

"Pero si colabora, intercederé por usted ante las autoridades alegando que ayudó a la destrucción de la organización, y tal vez consiga una condena menos dura para usted", promete Kalimán.

 

"Perfectamente significa que terminaré mis días en otro calabozo. Lo sé. No lo aceptaré jamás", responde Kásmar.

 

"Si se entrega a las autoridades, al menos tendrá esperanza de terminar su condena y tal vez pueda disfrutar algunos años de libertad y tranquilidad. Pero usted sabe que de quedarse aquí solo le espera la muerte", insiste Kalimán.

 

"Pero usted también irá a dar a la cárcel como agente de la organización, tendrá que entregarse también", argumenta Kásmar.

 

"Se equivoca, Kásmar. Yo jamás he sido agente de la organización. En realidad, los engañé a todos, inclusive a usted", revela Kalimán.

 

"¿Quién es usted entonces?", pregunta Kásmar, sorprendido.

 

"Voy a mostrarle mi rostro y tal vez me identifique", responde Kalimán, sacando una caja de fósforos de su bolsillo.

 

Enciende uno y lo acerca a su rostro para que Kásmar lo vea a la luz de este fósforo.

 

"Bien, regresaré al cabo de ese plazo para conocer su decisión", concluye Kalimán, antes de desaparecer en las sombras del pasillo.


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